Lorena Cervantes

Lorena Cervantes. Imagen tomada de: http://gacetapoliticas.blogspot.com.co/2016/05/la-religion-como-necesidad-social.html

Por: Lorena Cervantes, Red Simmel -México

En mayo pasado la socióloga Lorena Cervantes dictó una conferencia a partir de la que elaboró la colaboración que hoy presentamos. En esta poderosa insinuación nuestra asociada traza los nodos de la visión simmeliana de la religión, siendo uno clave su diferenciación de la religiosidad. Pero además deja un panorama de la pregnancia del pensamiento filosófico de Georg Simmel sobre las relaciones entre religión, sociedad e historia. Agradecemos a nuestra colega y asociada por acceder a publicar esta versión más sucinta.

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La religión, al igual que Eros, es hija de la pobreza y de la riqueza;1 la religiosidad es “la tonalidad originaria de todas las armonías y disarmonías de la vida”.2 Son éstas algunas de las expresiones que usó Simmel para aproximarse, más que a la religión en sí, a la experiencia de la religión, en torno a la cual usa con recurrencia analogías musicales o bien traza paralelos con el amor; quizás por hallarse éstos en el terreno de lo inefable.

Que específicamente sobre el tema Simmel haya escrito un gran ensayo,3 varios ensayos pequeños,4 así como algunas viñetas5 pero ningún libro, no es indicio de que se tratara para él de un tema secundario. Desde los inicios de su producción intelectual hasta sus últimos escritos, la religión fue un tema fundamental en el pensamiento simmeliano, a tal punto que es posible, como señala Frédéric Vandenberghe,6 hacer una lectura teológica de la obra del berlinés. Así por ejemplo, en la que pretendió que fuera su tesis doctoral, exploró, junto con los orígenes de la música, la vida religiosa;7 y de ahí en buena parte de su obra se encuentra presente, explícita o tácitamente, en fragmentos o bien de forma más estructurada, el tema de la religión, como es manifiesto en Filosofía del dinero, en Sociología, hasta llegar a su obra póstuma, Intuición de la vida.

Simmel pensó sobre, desde y con la religión, porque la aborda tanto objetiva como subjetivamente y es además capaz de jugar con ambas dimensiones. Intentaré explicarme al tiempo que buscaré ir ofreciendo algunas definiciones:

el filósofo de Berlín veía en la religión un mundo, con igual objetividad y legalidad que el mundo del arte, el de la ciencia, y el de la realidad misma; ninguno de los cuales tienen una superioridad ontológica sobre el resto, según su concepción.

Cada mundo, de acuerdo con Simmel, ordena los contenidos de la vida y los significa según el concepto que lo articula,  así como aquellas “valoraciones”, y “tonos de sentimientos” que le son propios.8

El mundo de la religión puede ser explorado desde dos de sus manifestaciones: la fenoménica —esto es, las instituciones religiosas y los contenidos de creencia—, como la prefenoménica:9 la religión en su primer momento de objetivación como sentimiento, como forma de “relación interna” con la divinidad, como “constitución del alma”.10 A la manifestación fenoménica Simmel la llama religión; mientras que a la otra la llama religiosidad.11

Como Simmel deja ver, la fuente de la religión es la religiosidad. La vida religiosa fluyente, la manera en que el ser religioso aprehende y se vincula consigo mismo y su entorno, interpreta y construye su realidad a partir de su creencia, su poseer a Dios, su sentimiento de unidad con la divinidad, es aquello que ulteriormente da origen a los contenidos de creencia y a las instituciones religiosas; aquello en lo que objetivamente reconocemos que reside la religión.

El paralelo con su sociología puede ser de utilidad para una mejor comprensión: de acuerdo con Simmel, aquello que habitualmente consideramos como “sociedad”, esto es, las instituciones que la encarnan y representan, son sólo un segundo momento de objetivación. La vida de la sociedad, aquello que la anima, está en un momento anterior: en los hilos invisibles que con sus acciones recíprocas los seres humanos tienden entre sí. En este sentido la sociedad está en perpetua creación: los actos cotidianos de hombres y mujeres, el actuar contra o con otros es lo que auténticamente constituye a la sociedad, la cual desde una mirada microscópica puede ser además escindida en forma y contenido.

El paralelo que he intentado trazar entre la sociología de Simmel y su filosofía de la religión es en primer lugar de orden metodológico, a fin de esclarecer la distinción entre religión y religiosidad; distinción que tiene como fundamento la dualidad vida/forma sobre la que se erige igualmente la distinción entre contenido y forma de socialización.

De acuerdo con Simmel la vida es aquel fluir perpetuo que experimentamos en nosotros mismos, que es invisible, silente, y sin embargo es aquello que anima cada ser. La forma es la manifestación concreta de esa vida, y para ello requiere poner límites a lo que es fluyente. Esto entraña una íntima contradicción, porque aun cuando constituye su embalsamiento, la vida tiene necesidad de la forma para manifestarse. Así, la vida religiosa, aquella en la que íntimamente el ser se experimenta en comunión con la totalidad e interpreta su andar sobre la tierra como orientado por la divinidad, desde su amplitud e intangibilidad se demarca límites para objetivarse como un credo concreto, aunque no solamente.

La religiosidad puede o no dar lugar a contenidos de creencia e instituciones específicos. Por ejemplo, puede permanecer como una íntima y particular manera en la que el individuo experimenta y se vincula consigo mismo y su entorno, o bien puede adoptar formas insospechadas.

Así, por ejemplo, Simmel detecta religión en la manera en que los hijos se vinculan con sus padres, en la que el patriota se relaciona con su nación o el militante con su ideología, y en diversidad de formas más.12 De ese modo y desde su mirada microscópica es como Simmel logra identificar a la religión más allá de sus manifestaciones habituales: hay muchas formas de vida religiosa, no sólo las vinculadas a los credos.

La religión, Georg Simmel - Gedisa 2013

Carátula del libro La religión publicado por la editorial argentina Gedisa en 2013.

Como se verá, hay una suerte de entreveramiento entre la religión y la sociedad. Y es que de hecho para Simmel, la idea misma de sociedad es antecedida por la de Dios,13 a lo que se suman numerosos paralelos que explora a detalle en su gran ensayo La religión. Simmel, en un ejemplo de lo anterior, identifica que la relación entre el ser humano y la divinidad adopta las mismas formas que las del individuo y su grupo social; que tanto la fe como la piedad y el amor son sentimientos que al igual que dan lugar a la religión forman la sociedad; que la libertad es por igual una paradoja frente a la cual el ser humano se encuentra en la relación con su Dios como con el todo social, etcétera. Y es que de acuerdo con Simmel, “las relaciones sociológicas (…) son fenómenos religiosos genuinos” del mismo modo en que “las formas interindividuales de la vida social les dan a las representaciones religiosas su contenido de diversas maneras”.14

La capacidad de Simmel para detectar tales paralelos le abre además la posibilidad de cuestionar las sociedades modernas secularizadas. Al igual que hace con todos aquellos objetos que toma para su reflexión, las exploraciones de Simmel sobre la religión se encuentran íntimamente vinculadas con la pregunta por su época: qué es la religión para el “hombre moderno”; si ésta persiste en un mundo desencantado; cómo se sitúan los modernos frente a las instituciones religiosas; si el “conflicto de la vida moderna” es también de orden religioso; si el proceso de secularización es realmente tal en las sociedades modernas; qué otras formas toman en la vida moderna los sentimientos religiosos, son algunas de las cuestiones que Simmel explora, y que mantienen una indiscutible actualidad.

Y esta aguda mirada le permite detectar la persistencia de la religión ahí donde se cree muerto a dios, y ver cómo uno nuevo ha emergido: el dinero… que ha hecho al mundo moderno a su imagen y semejanza.15

Mas no es sólo un análisis “objetivo” el de Simmel.16 La suya no es una postura meramente teórica donde “el ser no entra en cuestión”. En el filósofo berlinés hay un íntimo involucramiento, un estar jugado en lo que investiga y expresa; de ahí que sus investigaciones tengan “sangre y calor”. Así, en varios de sus ensayos sobre religión Simmel deja entrever su confesión, que de aproximarse en sus escritos más tempranos a una religión en particular (la cristiana en su rama evangélica),17 va adoptando cada vez más un cariz individual —que en este sentido puede interpretarse como un tránsito de la religión hacia la religiosidad—; manifiesto en su Intuición de la vida. A lo cual se añade que en sí sea un religar el que muestre, desde cualquier punto que parta, los vínculos que unen desde la partícula más pequeña hasta el fenómeno de mayor envergadura; además de serlo también la manera en que teje su argumentación. No es casual que Daniel Silver y Kristie O´Neill hayan visto en la que ha sido considerada como su principal obra —Filosofía del dinero— una narración dotadora de sentido,18 o que su cometido haya sido definido como el de una búsqueda de reencantar el mundo.19

Pero hay algo más: así como nos enseña a detectar los elementos religiosos aun en el más secularizado de los discursos, es posible detectar en el seno de su teoría de la modernidad una filosofía de la historia de cuño cristiano;20 filosofía desde la cual interpreta la historia humana en tres momentos: condición originaria-caída-salvación; siendo esta última una de las formas en las que Simmel traza su horizonte utópico, el cual se funda sobre una ética en la que al tiempo que el individuo es capaz de realizar lo más propio, de encontrar su propia voz y auténticos deseos, también en este sentido encuentra su lugar en el mundo y su estar ligado con los otros y con la totalidad, de una forma que, si bien no carece de contradicciones, representa una vía para aliviar la situación desesperada del ser humano moderno fragmentado y sin asideros.21

Pensar la religión con Simmel abre la posibilidad para diversos abordajes: la religión como mundo autónomo; como vida religiosa (religiosidad) o como credo (religión);  como herramienta para pensar el decurso de la vida humana en general y el de la modernidad en particular; como fuerza emancipadora a través de la idea de salvación; como una relación presente en ámbitos completamente distintos a los credos y contenidos de creencia —debido a su entreveramiento con la vida social—; como vía para profundizar en el análisis y crítica de las sociedades modernas;22 como una dimensión inalienable del ser humano y, en este sentido, inevitablemente presente en todo análisis de lo humano…

Como se verá, sin duda es posible la mencionada lectura teológica de la obra del berlinés; mas en discordancia con Vandenberghe ha de considerarse que tal lectura no se contrapone a una lectura estética, y a otras posibles más.

Simmel construye totalidades. Nos muestra cómo lo más pequeño es relevante y está interconectado. Si se trata de reencantar el mundo, religarlo, hay para ello diversas vías. Simmel nos ofrece los valiosos frutos de sus hallazgos, además de enseñarnos una forma de mirar y de proceder; más ante todo, nos conmina a buscar nuevos caminos, porque para el berlinés hacer filosofía no es hacer historia de la filosofía, sino que ante todo se trata de una tarea vital, y en este sentido, en permanente construcción.23 24

 


Red Simmel :: [ México ]


1. Georg Simmel, “El problema de la situación religiosa”, en Sobre la aventura, trad. Gustau Muñoz y Salvador Mas, Barcelona, Península, 1988, p. 201. El filósofo de Berlín fundamenta así aquella afirmación: “Éstos son, en general, los dos tipos en la génesis de la religión: la penuria a partir de la cual la criatura grita a Dios (…) y la exaltación, la demasía de la vida que requiere el objeto en el que pasar la vida y del que recibir una forma” (idem).

 2. Ibid., p. 197.

 3. Georg Simmel, La religión, trad. Laura Carugati, Barcelona, Gedisa, 2012.

 4. Compilados en castellano como Sobre la aventura  y en El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura (trad. Salvador Mas, Barcelona, Península, 1998).

 5. Vid. Georg Simmel, Imágenes momentáneas sub specie aeternitatis, trads. Ricardo Ibarlucía y Oliver Strunk, Barcelona, Gedisa, 1ª edición, 2007.

 6. Frédéric Vandenberghe, “Immanent transcendence in Georg Simmel´s sociology of religion”, en Journal of Classical Sociology, 10(1), pp. 6-7.

 7. Georg Simmel, Estudios psicológicos y etnológicos sobre música, trad. Cecilia Abdo Ferez, Buenos Aires, Editorial Gorla, 2003.

 8. Cfr. La religión, pp. 23-26; Intuición de la vida.

 9. Fenoménico y prefenoménico no son términos que Simmel utilice. Los he introducido a fin de intentar esclarecer la distinción que el filósofo de Berlín establece entre religión y religiosidad.

 10. La religión, p. 54.

 11. Recordemos que en Simmel no encontraremos, como tales, definiciones canónicas, sino más bien definiciones en construcción. Esto no es indicio de una debilidad de su pensamiento; antes bien responde a la particular manera en que entiende su filosofar como un acto vital y que en este sentido es un proceso, no un cuerpo anquilosado de ideas con las que se intenta calzar la realidad. Es por ello que las definiciones de Simmel son tácitas más que explícitas, son herramientas que acompañan el pensamiento y lo empujan a abrirse para intentar seguir a la vida, que va dos pasos adelante siempre.

 12. La religión, p. 48.

 13. Vid. Georg Simmel, Schopenhauer y Nietzsche. trad. Francisco Ayala, España, Ediciones Espuela de Plata, 2004.

 14. La religión, pp. 50 y 71.

 15. Vid. Georg Simmel, Filosofía del dinero, trad. Ramón García Cotarelo, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1977 (particularmente los capítulos IV-VI).

 16. “Por lo general, exigimos de todas las cosas (…) una determinación del carácter y reprochamos al ser humano puramente teórico que su tendencia a comprenderlo todo le mueva a perdonarlo todo, una objetividad que corresponde a un Dios, pero jamás a un ser humano quien, de este modo, se encuentra en abierta contradicción con las exigencias de su naturaleza y con su función en la sociedad” Filosofía del dinero, p. 541.

 17. El tema de la “condición de judío” de Simmel es compleja y merece una mención aparte. Por el momento, sin embargo, considero necesario invitar a repensar la aparente relación causal entre la situación de “outsider” de Simmel en la academia y su “condición de judío”. Ciertas interpretaciones canónicas se han naturalizado, vuelto doxa, y se hace necesario atravesarlas para revitalizar el pensamiento (tanto propio, como el pensar sobre el pensar de otros). Para comenzar podrían plantearse las siguientes preguntas: ¿Por qué considerar sin cortapisas judío a una persona de familia asimilada y conversa que no se consideraba a sí mismo como tal? ¿Tan tajante definición no es tanto como aceptar sin ningún cuestionamiento de por medio la definición de “los establecidos” que clasifican y estigmatizan a los otros? ¿Aquella aparente relación causal deja algún espacio a la libertad individual, más aún tratándose de un filósofo que hizo de éste uno de los temas centrales de su obra… y de su vida?

 18. Daniel Silver y Kristie O´Neill, “The significance of religious imagery in The Philosophy of Money: Money and the transcendent character of life”, en European Journal of Social Theory, vol. 17, no. 4, Sage, 2014, p. 402.

 19. Cfr. Vandenberghe, op. cit., p. 19.

 20. Que la filosofía de la historia de Simmel tenga un fondo cristiano no es una anomalía, antes bien es la regla: Karl Löwith ha mostrado con particular claridad que la idea de que la historia tiene un sentido es en sí de cuño cristiano: que incluso nuestra datación del tiempo esté atravesada por el nacimiento de Cristo es elocuente al respecto. A ello Löwith añade la develación del fondo cristiano en la filosofía de la historia de filósofos ilustrados y modernos como Rousseau, Hegel, Proudhon y Marx. Cfr. Löwith, El sentido de la historia. Implicaciones teológicas de la filosofía de la historia, trad. Justo Fernández Buján, Aguilar, 1973.

 21. Cfr. “De la salvación del alma”, en El individuo y la libertad.

 22. Sobre todo a partir del reconocimiento de la persistencia de la religión en un mundo aparentemente secularizado —persistencia de donde emana la suerte de necesidad e ineluctabilidad con la que se presenta la modernidad capitalista—, como bien detecta Walter Benjamin, heredero intelectual de Simmel, en su nota “El capitalismo como religión”, y desde luego el propio Simmel  al desarrollar cómo el dinero es “el dios sobre la tierra” Filosofía del dinero, p. 275.

 23. Cfr. “Introducción”, en Sobre la aventura. Aquí desarrolla su concepto de cultura filosófica.

 24. Editado por H. Augusto Botia, RedSimmel-Colombia.

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