Georg Simmel: On individuality and social forms

Portada del libro de Georg Simmel con edición y presentación de Donald N. Levine. University of Chicago Press, 1971.

Por: H. Augusto Botia M.

Este año, con motivo del fallecimiento de Georg Simmel en Estrasburgo, noreste francés, el 28 de septiembre de 1918,RedSimmel propone una mirada a varias relaciones que han tenido algunos académicos que recorren su obra con amplitud, desde la edición de textos de Simmel hasta la docencia prolongada y la investigación respectivas.

Pedimos a varias figuras internacionales que respondieran tres preguntas acerca de sus primeras lecturas de la obra simmeliana y las circunstancias personales que rodearon tal encuentro. Hoy publicamos lo que contestaron los profesores Valentina Salvi y Esteban Vernik, ambos de la Universidad de Buenos Aires, y Daniel Silver,  profesor estadounidense de la Universidad de Toronto.

La selección de encuestados muestra las vivencias de varios de nuestros asociados, haciendo énfasis en los ámbitos universitarios capitalinos de Argentina y el subcontinente norteamericano. Se hacen presentes, textos y mediadores, ensayos de Simmel y académicos que buscaban los sentidos de tales palabras. Por ahora ofrecemos a ustedes dos contextos de recepción. Agradecemos profundamente a los tres profesores por compartir estos breves relatos que contienen simultáneamente un hito en lo personal y en lo profesional.

Con diferentes acentos cada uno de los encuestados permite asomarse al comienzo de su relación con Georg Simmel, a la interioridad de un instante. Contactos primeros más continuos, como los de Salvi, o con episodios separados por varios años, como los de Vernik, que afirman la especificidad de cada relación entre lector-autor. Como lo señala Valentina Salvi, no existe un “absoluto influir” en la sociedad ni, agregamos, en la recepción de una obra. El dinamismo de la vida de cada lector se entrelaza con el de la vida de cada texto. La transmisión de un interés y la comunicación de una interpretación, como las que acontecen en la relación profesor-estudiante son, en cada caso, pequeños universos. Aquí presentamos al menos dos: el que sucede en torno a Esteban Vernik y Valentina Salvi; y uno que ya es espiritual, el fundado entre Daniel Silver y Donald Levine (1931-2015).

Esperamos que esta sea una contribución inicial a la comprensión de las dimensiones subjetivas del viaje intelectual que el estudio de Georg Simmel implica. Si logramos promover en los nuevos y viejos lectores su propia rememoración habremos tenido un logro adicional pues, como muestran las respuestas que siguen, la actitud reflexiva resultante es provechosa a múltiples niveles. Naturalmente proponemos este ejercicio como homenaje a Georg  Simmel.

Sea el momento para resaltar la fructífera e inspiradora carrera del profesor Donald N. Levine, fallecido a los 83 años el pasado 4 de abril y cuya pasión como difusor de la obra de Simmel se aprecia en una de las respuestas de Daniel Silver.

 

Comité de contenidos¹
RedSimmel

***

ENCUESTA SOBRE EL ENCUENTRO CON GEORG SIMMEL

1.

¿Qué texto de Simmel, sea artículo, capítulo de libro o libro completo, fue el primero que leyó? Por favor incluya en su respuesta las circunstancias intelectuales (comentaristas de Simmel, círculos de estudio, autores relacionados)  que lo(a) llevaron a realizar esta primera lectura.

2.

¿Cuál fue la característica del pensamiento simmeliano que lo mantuvo interesado en esa etapa inicial y que lo proyectó a un estudio sistemático y de largo plazo?

3.

¿Cómo evalúa su primer contacto con Simmel y sus primeras interpretaciones en torno a su vida y obra en el marco de los intereses investigativos que usted se ha planteado?

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RESPUESTAS DE VALENTINA SALVI, PROFESORA DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

1.

La inclusión, hacia 1996, en el programa de estudios de la Carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) de la materia de teoría sociológica “Georg Simmel. La cosificación de la sociedad moderna” -dictada por el profesor Esteban Vernik- fue el inicio para mucho/as estudiantes de un camino de lecturas de la obra de Simmel que se prolongaría hasta hoy. Así fue que, como yo, mucho/as otro/as estudiantes dieron sus primeros pasos en la lectura de la obra de un autor que tenía escasa presencia de la Carrera de Sociología de la UBA, exceptuando los seminarios de “Estética y Sociedad” del profesor Horacio González con el que había delicadas afinidades electivas. En este marco colectivo de trabajo y discusión, de tradiciones académicas locales – porque, sin duda, la lectura de un autor europeo en América Latina no se hace por fuera de ciertas genealogías de lectura y de resignificación enraizadas en nuestros territorios, con nuestras preguntas y desde nuestras circunstancias-  se produjeron mis primeras aproximaciones a la lectura del capítulo III de Intuiciones de la Vida, “Muerte e inmortalidad”, los ensayos “Puente y puerta”, ·El asa”, “La aventura” o “La significación estética del rostro”, entre otros. Textos, algunos de ellos, traducidos al español en Buenos Aires tres o cuatro décadas antes de esta  nueva apropiación y re-elaboración generacional que comenzó en 1996 de la que tuve la suerte de ser parte.

2.

La definición simmeliana de lo social como forma de socialización, que hace foco en el carácter recíproco de las acciones sociales o de la condición mutua de los fenómenos de enlace, es un elemento particularmente destacable. Justamente el hecho de que Simmel, en lugar de pensar lo social como una realidad cristalizada o como una sustancia hipostasiada, conciba la sociedad como un espacio de interrelación dinámico, tiene una singular utilidad  para analizar procesos sociales e históricos. La sociología simmeliana toma distancia de la concepción que define a la sociedad -sus instituciones, grupos sociales o identidades colectivas- como cosa tangible y, de algún modo, independiente de la red de relaciones sociales que le dieron origen y le dan forma; es un distanciamiento de una concepción teórica que tiende a obliterar la génesis de lo social. Lejos de concebir las formaciones sociales como construcciones ideales que revistan tales y cuales atributos o características, la sociología de Georg Simmel sienta las bases para pensar lo social como una trama de posiciones y posicionamientos relativos. En efecto, se trata de una concepción dinámica de la sociedad donde las posibles relaciones recíprocas cambian, están latentes, se expresan, se proyectan, se actualizan y reactualizan. No hay aquí un “absoluto influir”, por un lado; y un “absoluto ser influido”, por el otro. En las relaciones recíprocas se afecta y se padece mutuamente. Lo social se vuelve primero que nada relacional y relativo, constituyéndose como objeto de estudio tal sistema de relaciones y afecciones mutuas, del que somos parte también como investigadores sociales. 

3.

Se trata de una evaluación difícil ya que siempre las lecturas y nuevas lecturas, así como la puesta en acción de un pensamiento sobre lo social para dar cuenta de procesos históricos, están ligadas a la relación entre diferencia y repetición. En ese desplazamiento entre conservación y renovación en relación al texto simmeliano se traza un recorrido que también incorpora a lo/as otros colegas, autores e investigadores que aportan sus miradas y sus interpretaciones. En ese proceso colectivo se abren cada vez nuevos intereses investigativos, que no son exclusivamente exegéticos de la obra de Georg Simmel, sino además comprensivos y críticos del tiempo presente.

-o-

RESPUESTAS DE ESTEBAN VERNIK, PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

1.

Mi primer contacto con los textos de Simmel fue casual y fragmentario.  Recuerdo que en una de las primeras asignaturas de la licenciatura en sociología de la Universidad de Buenos Aires, “Psicología social”, a mediados de los años ochenta, la profesora hizo una mención episódica a la idea de Simmel en el pasaje “de la díada a la tríada” donde se indica cómo una relación entre dos se modifica en cuanto entra un tercero. El comentario fue al pasar, sin referirse al texto del que hacía parte; muchos años después encontré el pasaje en el capítulo sobre “La cantidad en los grupos sociales” de la gran Sociología. En ese momento no le presté demasiada atención, pero me quedó en el recuerdo como algo que parecía magia. No tuve más noticias de nuestro autor hasta que, también episódicamente, en un curso sobre “Acción colectiva y movimientos sociales” durante mi doctorado en El Colegio de México por inicio de los años noventa, la profesora hizo una mención a Simmel en relación a las tarifas subjetivas y objetivas que se pagan en los casos de la propina y la prostituta. Esta vez la agudeza de la observación me resultó mucho más seria en relación a mis intereses, por lo tanto pedí en la biblioteca la Filosofía del dinero (de la que encontré la edición inglesa preparada por David Frisby) y busqué esa mención. Seguidamente me procuré la antología El individuo y la libertad, en la edición de Península, y –fuera de toda obligación curricular- me devoré sin parar cada uno de esos ensayos.

2.

En esas primeras lecturas ya me había impresionado la versatilidad de la mirada de Simmel y cierta fenomenología que llegaba al corazón de las cosas y las personas- o por los menos al mío- Esa amplitud en el tratamiento de los fenómenos me resultaba, y aún hoy me resulta, muy atractiva. Así fue que luego me propuse leer y comprender el conjunto de su obra, en lo que hoy aún me encuentro.

3.

Ese primer contacto, con los análisis de Simmel sobre las grandes urbes y el dinero, sobre el individuo y la libertad, sobre la naturaleza y la condición humana, tal como aparecen en “Puente y puerta”, fueron determinantes para que –luego de algunos  arreglos en mi inserción profesional en la academia- pudiera dedicarme en gran medida a investigar y enseñar la obra de Simmel. Hoy, veinte años después, cuando me planteo una investigación sobre el dinero y la personalidad, compruebo –además del placer- el desafío que me provocan esas lecturas.

-o-

RESPUESTAS DE DANIEL SILVER, PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE TORONTO

1.

He estado tratando de recordar y honestamente no puedo hacerlo. Reflexionando sobre otros autores que han sido importantes para mí, encuentro también que no tengo una memoria clara del primer texto que leí. Lo que recuerdo, en cambio, son los profesores que dieron vida a esas ideas y me proveyeron de modelos de compromiso intelectual.
En el caso de Simmel este profesor fue Don Levine. Quizás haya leído algo de Simmel antes de conocer a Don, pero no lo recuerdo. Puedo recordar claramente lo que se siente estar en presencia de su profundo entusiasmo y conocimiento de Simmel – y no solamente como una carta muerta o una memoria histórica- sino como algo que, si se entiende correctamente, puede tener una presencia viva para nosotros hoy. Cuando tú encuentras eso, quieres entender qué puede inspirarlo y quieres contribuir a ello. Eso es lo que  me llevó a leer ,discutir y pensar más y más acerca de Simmel; fue a través de tener la buena fortuna de encontrarme con Don.
Ahora intento pensar sobre qué era aquello tan excitante en cómo Don enseñaba Simmel. Creo que parte de eso era que, a pesar de haber pasado toda una vida con las ideas de Simmel, aún había para Don tantas preguntas interesantes y sin resolver que podrían ser formuladas. Esto hacía que estudiar a Simmel pareciera vibrante. En tan amplio el corpus de Simmel, es tan rico y variado,  que casi que nos impone preguntas interpretativas, que van más allá de la pregunta por lo que quiere decir y nos lleva hacia preguntas más importantes, por ejemplo, acerca de la relación entre ciencia social y pensamiento filosófico. Don era un maestro en hacerte ver la fuerza en estas preguntas y luego enviarte por tu propio camino a averiguar lo que podías hacer con ellas.

2.

Es difícil de decir, pero creo que es la evidente vitalidad del pensamiento de Simmel la que me llevó a él. Hay mucho dinamismo y movimiento allí; se encuentra en el contenido de sus ideas en torno a las ciudades, el dinero y más, y luego -por supuesto- funcionó específicamente en su metafísica vitalista. Pero también se encuentra en el estilo, el atractivo de su estilo no puede ser subestimado.
Es difícil señalar lo que es característico del estilo de Simmel en general, y luego indicar más específicamente que me atrajo de él. Pero de nuevo hago uso de palabras como movimiento y dinamismo. Un aspecto es su dominio magistral de la forma ensayo. Un argumento u observación corto, preciso, condensado, luego otro, luego otro. Inclusive en trabajos sistemáticos y sostenidos hay un dinamismo estilístico similar. Creo que proviene de la forma analógica en que escribe y piensa. Muchos temas aparentemente no relacionados pasan, y entonces, ajá, puedes ver cómo están todos conectados. Eso es excitante y me hizo querer leer más y más, para describir nuevas conexiones y nuevas maneras en las que Simmel fue capaz de hacerlas.

3.

Mi entendimiento de lo que significa mi propia investigación está siempre evolucionando. Escribí mi disertación acerca de algunos usos filosóficos y literarios del concepto de aburrimiento; Simmel desempeñó un papel allí a través de su discusión sobre la actitud blasé. Desde entonces también he trabajado en sociología urbana, donde Simmel es claramente importante.
Pero lo que se ha tornado más y más importante para mí es la interpelación entre vitalismo y trascendencia. Ese -el carácter trascendente de la vida social- ha sido un tema en algunos artículos que he escrito sobre Simmel. Pero también ha sido un tema general que he perseguido en diferentes arenas.
Si ahora miro atrás y pienso acerca de mi primer encuentro con Simmel, como lo he descrito arriba, pienso que sería justo decir que era el carácter trascendente de su pensamiento lo que fue tan atractivo. Sus ideas están siempre en movimiento, creciendo y transformándose -siempre, en su propio lenguaje, “más” y “más-que”. En tanto eso fue lo que me condujo hasta Simmel inicialmente, tiene sentido que mi propia investigación en muchas maneras esté dedicada a desarrollar teoría social que pueda hacer justicia a la dimensión de la trascendencia.

-o-

TEXTO ORIGINAL DE LAS RESPUESTAS DEL PROFESOR DANIEL SILVER

1.

I have been trying to remember, and I honestly cannot.  Reflecting on other authors who have been important to me, I also find that I don’t have a clear memory of the first text I read.  What I remember, instead, are the teachers who brought the ideas to life for me and provided models of intellectual commitment.
In the case of Simmel, this was Don Levine.  I may have read some Simmel before I met Don, but I don’t remember.  I can clearly remember what it felt like to be in the presence of his deep enthusiasm for and knowledge of Simmel – and not just as a dead letter or historical memory but as something that, if properly understood, could have a living presence for us today.  When you encounter that, you want to understand what could inspire it.  And you want to contribute to it.  So that is what led me to read and talk and think more and more about Simmel.  It was through having the good fortune to run into Don.
Now I am trying to think about what was exciting about how Don taught Simmel.  I think part of it was that, even after having spent a lifetime with Simmel’s ideas, there were still for Don so many unsettled and interesting questions that could be asked about and with Simmel.  This was made studying Simmel seem vibrant.  Since Simmel’s corpus is so rich and varied, it almost forces interpretative questions onto us, which go beyond narrow questions of “what Simmel meant” and take us to bigger questions, for instance about the relationship between social science and philosophical thought.  Don was a master at getting you to see the force of these questions, and then sending you on your way to figure out what you could do with them.

2.

It is hard to say, but I think it is the evident vitality of Simmel’s thought that drew me too it.  There is so much dynamism and motion there.  It is there in the content of his ideas, about cities and money and more, and then of course worked out specifically in his vitalistic metaphysics.  But it is also there in the style. The attractiveness of his style cannot be overstated.
It is difficult to nail down what is characteristic of Simmel’s style in general, and then to say more specifically what about it drew me in.  But again I reach for words like motion and dynamism.  One aspect is his mastery of the essay form.  A brief, tight, condensed argument or observation; then another; then another.  But even in long sustained systematic works there is a similar stylistic dynamism.  I think it comes from the analogical way he wrote and thought.  Many seemingly unrelated topics pass by, and then, aha, you see how they all are connected.  That is exciting, and it made me want to read more and more, to discover new connections, and new ways that Simmel was able to make them.

3.

My own understanding of what my own research amounts to is always evolving.  I wrote my dissertation about some philosophical and literary usages of the concept of boredom, and Simmel played a role there, through his discussion of the blasé attitude.  Since then I’ve also done work in urban sociology, where Simmel is clearly important.
But what has become more and more important to me is the interplay between vitalism and transcendence.  That — the transcendent character of social life — has been a theme in some articles I’ve written about Simmel.  But it has also been a general theme I’ve pursued in a number of arenas.
Now if I look back and think about my first encounters with Simmel, as I’ve described them above, I think it may be fair to say that it was indeed the transcendent character of his thought that was so attractive.  His ideas are always in motion, growing and transforming – always, in his own language, “more” and “more than”.  Since that was what drew me in to Simmel initially, it makes sense that my own research would in many ways be devoted to developing social theory that can do justice to the dimension of transcendence.


Red Simmel :: [ Colombia { Antioquia ( Medellín ) } ]


1. Presentación por H. Augusto Botia M. Edición y traducción de las respuestas por Einer Mosquera Acevedo y Jorge Pabón.

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